Cuando nos enteramos de que la Vuelta a España pasaría por Asturias enseguida planeamos una excursión para disfrutar del evento y, de paso, hacer alguna foto. Además, aprovechamos para visitar el concejo de Cabrales, una zona de Asturias por la que aún no habíamos estado… Y nos pareció impresionante.

Sotres es un pueblo precioso. Al estar situado en una zona de difícil acceso, sus vecinos todavía disfrutan de la tranquilidad del campo y de esa calma propia de los pueblos de montaña. Este fin de semana, sin embargo, ese bienestar se vio alterado con la presencia de las decenas de aficionados al ciclismo que habíamos acudido a recibir a los ciclistas. Eso sí, los vecinos nos acogieron con cariño, dispuestos a compartir la emoción de la carrera!

Así, mientras el olor a chimenea y a chorizos a la sidra hipnotizaba a todos los allí presentes, todos nos preparábamos para el gran momento. El domingo amaneció soleado, lo que nos permitió disfrutar aún más de las increíbles vistas. Después de un pequeño paseo por los alrededores del pueblo, nos pusimos en marcha hacia el alto de Sotres para ir tomando posiciones. Allí sentados, entablamos amistad con nuestros compañeros de sitio y pudimos ver la hilera de valientes cicloturistas que se atrevieron a subir en sus bicis, observamos todos los movimientos de la organización de la carrera, el montaje del set de TVE y hasta saludamos a Perico Delgado! Mientras tanto, la emoción iba in crescendo a medida que los ciclistas se acercaban: Posada, el Alto de Ortiguero, Poo, Arenas de Cabrales, el Puente de Poncebos… El pelotón pilló a los escapados y subía por esas rampas imposibles. Allí estaban los mejores escaladores, hasta que Purito arrancó y los dejó atrás. Cuando le vimos aparecer en la curva de los 150m a meta el ruido era atronador, todos gritando y animándole… y ganó!!! Tras él, Nairo, Valverde, Majka, Dumoulin… Increíble.

 

La cosa quedó tan igualada y emocionante, que ayer volvimos a verles, esta vez al paso de la carrera por Trubia. La experiencia fue muy distinta, pues a diferencia de la llegada en Sotres, en Trubia sólo estábamos nosotros y así fue que pudimos escuchar el verdadero sonido de la carrera: el ruido de las bicicletas, eso sí, interrumpido por algún «¡Vamos, Purito!» o «¡Venga, Nairo!» de nuestra parte.